Por Annabella Zaccarelli, Directora Académica del Diplomado en Liderazgo y Gestión de Equipos.
La partida de Humberto Maturana, desde una mirada existencialista, nos deja arrojados a la existencia, sin él, sin su amorosa presencia, no nos queda más que ponernos a estudiar y aplicar cada uno de sus aportes, en lo que nos demoraremos varias décadas, porque, a mi juicio, Maturana, como todo genio, estaba muy adelantado a su tiempo.
En lo personal, sus aportes fueron calándome en lo hondo, desde 1986, año en que me tocó estudiar “El Árbol de Conocimiento”, cuando transitaba desde la Escuela de Teología, hacia la Escuela de Filosofía de la UC. Recuerdo haber tenido la sensación de que me invitaba a reafirmar los valores “cristianos”, pero los instalaba desde otro lugar, más profundo, más coherente o “necesario” y cada valor se iba recreando, resignificando, casi en un proceso de expansión de mi consciencia.
Luego, a lo largo de mi vida, sus diversos aportes siguieron marcando un sello en mi manera de comprender la vida y lo que hacía, en particular, la dirección del Diploma en Liderazgo, en la que estoy hace más de quince años en la FEN, U. Chile y luego en la Certificación en Coaching Fenomenológico que también dirijo desde el 2014.
Haciendo un breve recorrido, algunos de sus aportes que impactaron en mi vida, fueron: comprender que los seres humanos, no tenemos las condiciones de posibilidad biológicas, para acceder a una “verdad en sí” y su invitación a aceptar al otro, como legítimo otro, como única forma posible de un con-vivir sustentable, lo que además es una propuesta contundente de inclusión en la diversidad. También, me impactó y marcó mucho, comprender que lo que pensamos, incluso, nuestras posturas políticas, tienen como origen nuestras emociones y no a la inversa. El punto no es cuan coherente sea lo que pensamos o decimos, sino desde qué emocionalidad, desde qué sentido de pertenencia, dese qué experiencias vividas. Eso me permitió comprender, por qué a veces, nos cuesta tanto cambiar de opinión o mirar desde otras posibles perspectivas.
También me pareció maravilloso su libro “La Objetividad, un argumento para obligar”, en el que siento que saca la voz por las minorías, mostrando que no existe la “objetividad” a modo de absoluto o de verdad y que cada vez que creamos estar siendo “objetivos”, estaremos creyendo tener el mejor argumento para someter a otros a nuestra “verdad”, considerando que los otros están en un “error”. Con esto, nuevamente nos invita a la aceptación de los otros en la diversidad, desde la humildad, sin pretender otra cosa que respetarnos y convivir amorosamente en la diversidad.
Finalmente, quisiera decir que todos estos aportes y tantos más, siento que se complementan de manera perfecta con la actitud que tenía Maturana. Siempre me impactó muchísimo su sencillez, su conexión consigo mismo, su “simpleza”, detrás de la cual había una profundidad abismal, que nos tomará muchos años llegar a comprender. Sinceramente honro la existencia de Humberto Maturana entre nosotros, nos hará falta, mucha falta, y le agradezco todo el amor plasmado a través de tanta creatividad. Buen viaje querido Humberto Maturana, espero verte en un nuevo estado de consciencia y poder abrazarte.
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