Personas y equipos de trabajo deben ser capaces de operar con mayor nivel de flexibilidad y autonomía, y así responder a condiciones cada vez más dinámicas y desafiantes. Sin embargo, el desarrollo de dichos espacios implica vencer resistencias que se anclan en el ámbito social y técnico que sostiene la complejidad de la organización del trabajo contemporáneo. Sobrellevar este desafío invita a pensar sistémicamente la cultura organizacional, integrando su complejidad y diversidad.