Una de las competencias más requeridas para cargos gerenciales es el pensamiento estratégico. Dicha competencia traducida en conducta cognitiva es el tener la tendencia a privilegiar el pensamiento a largo plazo, es decir, tomar decisiones basándose en las consecuencias a largo plazo sobre las consecuencias en el corto plazo.
A algunas personas les es más fácil priorizar el largo plazo que a otras, y esto desde corta edad, otras lo desarrollan con el tiempo y existen métodos para visualizarlo, estrategias cognitivas que lo promueven. Pero son aquellas personas que tienen el hábito más arraigado, es decir, en las que se instaló dicha tendencia en la infancia, las que gastarán menos energía, lo harán de manera más natural.
A finales de los 60 e inicios de los 70 se inició en la universidad de Stanford una investigación longitudinal que se tituló la Prueba del Malvadisco. En ella se pedía a niños de en promedio 4 años y medio que se mantuvieran 15 minutos frente a un malvadisco y se les indicaba que si esperaban tendrían al final de la prueba dos malvadiscos, lo que no ocurriría si se comían la unidad que tenían al frente. Con el paso de los años se encontró que aquellos que habían tenido más autocontrol, es decir, aquellos que habían priorizado las consecuencias a largo plazo, resultaban ser más competentes socialmente, académicamente y tenían un IMC más adecuado.
Las personas con pensamiento estratégico postergan las gratificaciones sin problemas, sacrifican la recompensa inmediata frente a la promesa de una recompensa mayor. Son personas que frente a la disyuntiva entre comer algo rico aunque poco nutritivo, prefieren, pensando en las consecuencias a largo plazo, algo sin calorías vacías y más nutrientes. Entre irse a descansar e ir al gimnasio, optan por ir al gimnasio, ya que saben que a la larga eso será lo más beneficioso.
Así mismo, las personas con pensamiento estratégico, sacrifican cierta comodidad actual por un beneficio mayor futuro y no ponen excusas, como “no tengo tiempo” para asuntos tales como reciclar, que evidencia además de pensamiento estratégico; empatía, altruismo, preocupación por los otros, etc.
Como vemos, saber si alguien tiene pensamiento estratégico no es tan difícil, basta saber si hace deporte, cómo se alimenta y si tiene conductas acordes con la sustentabilidad, esto es una buena noticia para los reclutadores. A las personas que en su vida diaria les es habitual decidir según las consecuencias futuras, lo harán más fácilmente en el trabajo. Como uno vive, trabaja.
La profesora Ninoshka Fasce posee una vasta experiencia como consultora para diversas empresas en Liderazgo, Cultura y Clima Organizacional, Evaluaciones 360º, Reclutamiento y Selección, colaborando en la resolución de problemas relacionales y operacionales de empresas de diversos sectores. Experiencia en docencia, tanto en pregrado como postgrado, así como creación y relatoría de talleres de desarrollo de competencias, conducentes a ejercer un liderazgo efectivo, mejorar el clima organizacional, el engagement y alinear la cultura a las las estrategias organizacionales.
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