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¿Pensando en emprender? Las tres claves de Alan Meyer para hacerlo bien

La mejor forma de encontrar una buena idea de negocio es identificar un problema o una necesidad no resuelta. Es una de las tres reglas de oro que sugiere el estudio “Emprender un futuro naranja”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y es la regla número uno que, según Alan Meyer, deben seguir todos los emprendedores cuando dan sus primeros pasos.

No hay una fórmula única para emprender, señala el estudio del BID, y Meyer lo reitera. Pero el ejecutivo dice que sí hay una serie de pasos a seguir o recomendaciones a considerar para que el salto al mundo del emprendimiento, que es cada vez más competitivo, no sea debut y despedida. Aquí los comparte.

  1. Un problema a resolver

Todas las decisiones dependerán del sector donde se quiera emprender. El ejecutivo de esta firma creada para democratizar el comercio y los servicios financieros resalta que el gran desafío siempre estará relacionado con cuál es el problema que se quiere solucionar o cuál es el dolor o los dolores que tiene el mundo y con los que resuena el emprendedor, para buscar la manera de resolverlos, o por lo menos aportar en ello.

“Un emprendimiento no debería partir nunca de cómo puedo ganar plata o de dónde hay una oportunidad para generar riqueza. Por supuesto que eso vendrá en la medida en que resolvamos los problemas que tiene la sociedad, pero la base es esa. Si no existe, el emprendimiento no llegará lejos”, dice este ingeniero civil industrial de la Universidad de Chile.

  1. Colaborar y apalancarse

Hay que aprovechar la era de la economía colaborativa. Meyer cree que en el mundo que conocemos hoy es posible apalancar prácticamente cualquier emprendimiento con las capacidades que existen. La cantidad de personas que trabajan independientemente haciendo repartos para nutrir una aplicación o la cantidad de emprendimientos que son capaces de despachar desde comida hasta medicamentos en 30 minutos son ejemplo de ello.

Sin ir muy lejos, cuenta lo que ha logrado MercadoLibre en ese sentido, donde todas las capacidades que han generado permiten que hoy más de 32 mil PYME de Chile puedan llevar a cabo su negocio, y también puedan “nacer sin ser expertos” en comercio electrónico, sin tener que conocer cada una de las aristas tecnológicas requeridas, y sin la preocupación de dónde almacenar su mercancía. Además, son más de 100 mil los comercios que procesan sus pagos con Mercado Pago en el país, y la mayoría son PYME, dice Meyer.

“Eso quiere decir que estamos llegando cada vez más a un universo más grande, descentralizado, poco dependiente de Santiago o de un determinado sector o clase social. Les estamos dando una enorme capacidad para poder partir sin una inversión gigantesca y sin una expertise que se vuelva tan grande que les impida empezar”, señala. A sus ojos, es clave que los emprendedores sepan que sí existe espíritu y voluntad de colaboración de parte de las empresas grandes para que puedan lanzarse, apalancarse y ayudarles a crecer”.

  1. La formación

El estudio del BID también hace un perfil de los emprendedores creativos en América Latina. Entre un universo de datos, destaca que el 90,4% tiene estudios universitarios: 70% con licenciatura y 20% con postgrado. En línea con esta caracterización, Meyer mencionó en el punto anterior que no conocer cada una de las aristas tecnológicas no debiese ser una piedra de tope al momento de partir. Pero no quiere decir que la formación no sea clave. Al contrario, cree que una vez que el emprendimiento esté andando, la actualización debe ser permanente. Y algo similar sugiere el documento del BID, cuando señala que en general, son personas que aprendieron a hacer negocios “sobre la marcha”, es decir, durante el propio proceso de gestación de su emprendimiento.

Meyer dice que el rol de la academia es fundamental ante “todos los cambios que estamos viviendo, tan vertiginosos e inesperados en muchos casos”, no solo en cómo las tecnologías van cambiando al mundo, sino frente al comportamiento que están teniendo las personas, sus formas de comprar, cómo piensan o cómo viven.

“Todo eso lleva a buscar nuevos entendimientos de la realidad, que van desde la tecnología hasta la psicología. Y ahí el aprendizaje se vuelve cada vez más relevante para poder interpretar la realidad y hacer los ajustes necesarios a las ideas, productos, empresas o a los servicios que prestamos”, dice. Pero en esto surge un desafío que a su juicio es importante para todas las universidades del país: menos foco en teoría, y más en instalar discusiones para resolver los problemas de hoy. La escasez de agua es lo primero que a Meyer le viene a la mente. “Hoy es más necesario que nunca que la academia actúe como un gran laboratorio de soluciones a los problemas actuales, que después puedan escalar a empresas de clase mundial”, concluye.

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