Es claro que el trabajo minero tiene efectos sobre el entorno, y la industria está avanzando a través de la innovación y los acuerdos para controlar esos impactos. ¿Pero cuál es el límite que hay que cruzar para que este rubro sea realmente verde?
«No existe la minería sin impacto”, comentó hace unas semanas a DF la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, sobre los desafíos que vienen con la Ley Marco de Cambio Climático, que motiva al país a un escenario de transición desde un modelo basado en extracción de recursos naturales a uno de desarrollo que cuide y restaure el medio ambiente. “Falta tener una conversación honesta de cuánto impacto estamos disponibles a aceptar y elevar los estándares para que eso sea mínimo. Pero mientras esa conversación no se haya dado, las decisiones se tienen que tomar dentro del marco normativo que existe”, indicó.
La Ley Marco de Cambio Climático no es la única que enfrenta el sector minero. Hay una serie de compromisos internacionales bajo el Acuerdo de París, nuevas metas de emisiones y la Política Nacional Minera, aprobada este año, entre otros temas, en que el Ministerio de Minería trabaja para cumplir los compromisos y avanzar hacia una industria más amigable con el medio ambiente, indican desde la cartera.
Reinalina Chavarri, directora del Observatorio de Sostenibilidad del Depto. de Administración de la Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile, explica que en la práctica toda actividad humana y empresarial tiene impactos: “Los avances de la ciencia y sus diferentes disciplinas han identificado que los procesos extractivos de material tienen impactos ambientales y sociales evidentes y cada vez tiene más relevancia”. Y, si bien hay normativas que regulan la actividad, una legislación “es la conciencia moral de una sociedad o grupo humano organizado. Sin embargo, se sabe que lo legal no siempre es justo ni ético, y esto genera nuevas oportunidades para el desarrollo de proyectos mineros asumiendo mayores costos desde su diseño”, advierte.
Patricio Cartagena, secretario general de la Cámara Minera de Chile, afirma que si bien hay una normativa vigente -que considera suficiente y exigente– la industria está haciendo esfuerzos para bajar su impacto medioambiental y social. “Es importante generar acuerdos para que todas las partes mejoren cada vez más sus estándares medioambientales”, dice, y valora el trabajo público-privado responsable de los avances logrados en décadas recientes.
De hecho, en los últimos 20 años ha habido una “evolución notable en las actividades de la minería en el cuidado y protección del medio ambiente”, dice Carlos Gajardo, gerente de Medio Ambiente de la Sonami, lo que se debe a los avances tecnológicos y estructurales de la actividad y a un mejor desempeño en el cuidado de los impactos ambientales, así como a normativas que han elevado los niveles de protección del entorno.
Metas y mediciones
¿Pero cuál es el límite para considerar que la minería sea una industria verde? Fabio Fortes, gerente senior del Centro de Excelencia en Minería y Metales de EY, cree que esto se relaciona con la adopción formal de metas y objetivos de minimización de impactos, pero también con la “implementación de mecanismos y/o sistemas de aseguramiento para medir y evaluar su progreso a lo largo del tiempo y la verificación de la ejecución, bien sucedida o no, de los mismos”. Añade que la industria “aún es muy reactiva” y para que sea verde “es necesario asegurar que su producción esté en línea con los compromisos de desarrollo sostenible a través del tiempo”.
El ejecutivo de EY reconoce que hay avances en distintos ámbitos y, para Cartagena, “no hay límites si se continúa haciendo investigación y desarrollo”, en lo que resalta la incorporación de energías limpias en diversas áreas de las operaciones mineras, el trabajo por reemplazar el uso de agua continental, el control de tronaduras y de polvo en suspensión, y también los centros integrados de operaciones aportan en eficiencia y en el resguardo de la salud y seguridad de los trabajadores.
“La industria ya es consciente de sus impactos y ha iniciado un proceso de transformación con el objetivo de minimizarlos, pero aún hay un largo camino a recorrer”, recalca Fortes, y apunta a la necesidad del sector de transformarse y romper paradigmas para “cambiar el actual enfoque ‘reactivo’ a uno más ‘proactivo’ con respecto a este tema”.
Todo esto requiere de acuerdos. Para lograrlos, Chavarri explica que hay que dialogar y partir por identificar los intereses de los actores. “La diferencia es que antes se realizaba entre trabajadores, empresas y el gobierno de turno, y hoy esos acuerdos requieren de más actores porque involucran a toda la cadena de suministro de la minería y eso, en países como Chile, es muy incipiente”.
Uno de los desafíos, dice Cartagena, es ampliar y profundizar la participación ciudadana, sobre todo en el marco de la tramitación ambiental. “Es importante que no solo se considere a las empresas que operan los yacimientos, sino a todo el ecosistema que hace posible que esta actividad se desarrolle, incluidos cada uno de los trabajadores”, afirma.
Fuente: Diario Financiero, artículo escrito por Francisca Orellana, publicado el Jueves 10 de Agosto.
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