La “productividad” ha sido un recurrente foco de discursos de los últimos Gobiernos de Chile. Ha sido eje de trabajo, meta, hemos tenido un “año de la productividad” y se creó una Comisión Nacional de Productividad (CNP). En contraste con un declarado foco en mejorarla, los resultados muestran que sólo se retrocede: La información de la CNP revela que la tendencia de los últimos 15 años es a la desaceleración de la productividad (2017), mientras que el Índice de Productividad Clapes UC revela que en cada uno de los últimos cinco años se ha presentado una caída de productividad con respecto al periodo anterior (2018).
Considero relevante, antes de continuar, recordar la reflexión atribuida a Confucio: “si tu plan es para 1 año planta arroz, para 10 años planta árboles, y para 100 años educa a los niños.”
Hay una serie de ideas y propuestas de cómo mejorar la productividad. En su mayoría se articulan en la muy necesaria Modernización el Estado. Estas medidas pueden tener muy buenos resultados que mitiguen la dramática tendencia actual, destacando la serie de propuestas de la Comisión de Modernización del Estado convocada por el Centro de Estudios Públicos (CEP). Sin embargo, para lograr una solución sostenible en el largo plazo, se requiere atender causas sistémicas que nos han condenado a empeorar, cada año, nuestro nivel de productividad país: el Capital Humano de Chile. Y es que la productividad es el resultado de cómo hacemos las cosas, siendo las personas el facilitador o limitador de nuevas tecnologías, procesos e innovaciones.
Aumentar la productividad ha permitido en otros países mejorar el bienestar social. Al compararnos con los países de OCDE trabajamos más horas que muchos: dato que originó la moción en 2017 de reducir la jornada laboral en pro de mejorar calidad de vida, pero con fuerte rechazo expresado en un discurso que esto reduciría aún más la productividad. Aquellos países que han aumentado su productividad y reducido la jornada laboral, lo han logrado con personas altamente formadas, que pueden gestionar nuevas tecnologías e innovar en contextos dinámicos. Chile hoy esta en los últimos puestos en las competencias de comprensión lectora, matemática y digital (OCDE 2017). La reforma educacional es clave aquí, pero no el componente gratuidad, sino el componente calidad.
Retomando la reflexión inicial, “plantar arroz” es importante y necesario para obtener resultados en el corto plazo, donde los Gobiernos requieren mostrar resultados, es aquí donde se debe considerar las propuestas de Modernización del Estado. Sin embargo, un compromiso político de largo plazo con el país requiere entrar al tema educación, con la valentía de La Caverna de Platón, dando las batallas que importan más allá de la evaluación anual del Gobierno de turno.
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