El teletrabajo, una modalidad laboral que irrumpió con fuerza en Chile durante la pandemia del COVID-19, ha experimentado un significativo descenso en los últimos meses. De acuerdo con el «Análisis del Teletrabajo y Trabajo a Distancia» de la Subsecretaría del Trabajo, en 2020, 1.105.391 personas iniciaron sus actividades laborales de forma remota. Sin embargo, en 2023, esa cifra se ha reducido a 278.114 trabajadores, lo que representa una disminución del 75%.
El estudio «Auge y caída del teletrabajo» del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales corrobora esta tendencia, señalando que la cantidad de personas que trabajan de forma remota en 2023 es del 4%, en comparación con el 20% alcanzado en 2020.
¿Cuáles son las razones detrás de este declive? Según el profesor Lyonel Laulié, Profesor Asociado del Departamento de Administración, FEN de la Universidad de Chile, si bien la mayoría de las personas se desempeñan correctamente en el teletrabajo, existen excepciones críticas para el correcto funcionamiento de una empresa o institución.
«El problema ocurre cuando hay personas que se aprovechan de la flexibilidad del teletrabajo», señala Laulié. «Muchas veces, las empresas se ven obligadas a implementar medidas de control para evitar que estos casos afecten el rendimiento general. Sin embargo, creo que es una mala práctica basar la gestión en la desconfianza, algo que, por cierto, es muy común en la cultura laboral chilena».
Más allá de las eventuales irresponsabilidades, Laulié enfatiza en otros aspectos irremplazables de la presencialidad laboral, principalmente aquellos relacionados con las relaciones interpersonales entre compañeros de trabajo.
«Todas esas cosas se vuelven más difíciles de hacer cuando estamos trabajando de manera remota», explica. «Hay puestos de trabajo donde la interacción con otras personas es fundamental y el éxito de la organización depende de esas interacciones. Las mejores ideas surgen cuando estamos todos juntos, compartiendo un café, hablando sobre algún tema específico».
El experto también agrega que los momentos presenciales son necesarios para que los líderes de las empresas puedan generar más confianza y control con sus equipos. «El tema es poder hacer una mejor mentoría», indica. «Como líder, estoy tratando de ayudar a las personas a mi cargo a que vayan explorando mejor su potencial. Y en el teletrabajo, eso se vuelve mucho más difícil de hacer, porque no observo cómo las personas están realmente haciendo su trabajo».
De acuerdo con el Académico, la mayor productividad entre el teletrabajo y la presencialidad depende del tipo de tareas que tenga que realizar el equipo de trabajo. «Si tengo que entregar productos claros, tener tiempo de concentración, que nadie me interrumpa y donde no esté estresado, eso lo facilita el teletrabajo», explica. «El tema es que, yo diría, muchos trabajos no tienen esa naturaleza».
Para Laulié, las empresas chilenas aún están en un proceso de aprendizaje entre el trabajo remoto y la presencialidad. «Creo que hay muchas organizaciones, hoy día, que se están moviendo más al medio», afirma. «Están tratando de hacer un balance entre aumentar la productividad vía el teletrabajo, pero también cuidando algunas tareas que son críticas para hacer una mejor organización».
En definitiva, el teletrabajo ha demostrado ser una herramienta valiosa para la flexibilidad laboral y la conciliación entre la vida personal y profesional. Sin embargo, su implementación efectiva requiere de un equilibrio adecuado entre la autonomía que ofrece y la necesidad de interacción humana y liderazgo presente que son esenciales para el éxito de muchas organizaciones.
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